viernes, 29 de agosto de 2014

Etapa 7: Marcunímbilis

El teléfono nos despertó en Lleida con buenas noticias. Las cosas estaban mejor en Galicia. Decidimos entonces seguir adelante con nuestra aventura, aún siendo conscientes que seguía existiendo la posibilidad de tener que dejarlo todo plantado para volver a casa.

A la angustia del día anterior, se sumaba la sensación de cansancio acumulado a lo largo de los días, que empezaba a pesar. Menos mal que el descanso en casa de Xavier, Magda y Aneu fue reparador. Nos levantamos con energía y nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Nos hicieron de perfectos guías. Hacía bastante calor, pero después de haber atravesado un desierto¡podemos sobrevivir a todo!


Salimos de Lleida bien pasado el medio día, después de zamparnos un par de trozos más de la coca del día anterior ¡exquisita!. Nos despedimos, como cada día, con una sensación agridulce de tener que irte cuando estás a gusto. Continuamos hacia una de las paradas más esperadas de nuestro viaje, punto de inflexión de nuestra aventura, la que nos serviría para recuperar las energías pérdidas:

Cervera, el pueblo de los Márquez, las motos de Marc Márquez. Se hicieron los 50 kilómetros más largos desde que salimos¡No veíamos la hora de llegar!. Y llegamos, una vez más,desfallecidas por el sofocante calor de primera hora de la tarde. Después de dar un par de vueltas al pueblo, aparcamos a la Pitu y buscamos algún lugar para hidratarnos. Lo primero que nos encontramos, por suerte, fue la "Pastelería Colom"¡qué bien que nos trataron!:nos comimos unos pasteles bien ricos, nos invitaron a un helado y nos guardaron los petates mientras nos íbamos a dar un paseo por el pueblo.


Callejeando, vivimos el primer gran momento, el que nos sirvió para calentar motores antes de oír rugir de verdad los motores en el GP de San Marino. La exposición de motos del mayor de los Márquez (nos hubiese gustado ver también las del Pequeño). Ante tal emoción, sobran las palabras (¡la piloto pensó perder de un soponcio emocional a su copi!)


Seguimos callejeando. Bien bonito Cervera, tranquilo y agradable. Puede que la conexión entre Bruixes y Meigas nos haya encandilado, pero somos así, vemos señales ¡Habelas hailas!. Al final, con la emoción, no nos dimos cuenta que se nos hacía tarde para salir del pueblo. Nos quedaban casi 100 km hasta Barcelona y ya estaba anocheciendo. 


Así fue cómo empezó el tramo más duro hasta la fecha. Qué peligrosa la entrada a la cuidad, con un montón de tráfico, en una moto tan peque y de noche cerradísima, rezando para que los coches nos viesen. La tesión nos hizo sudar más que cruzando Los Monegros.

Al final llegamos a tiempo para quitarnos la ropa de la moto, adecentarnos un poco y salir a cenar con nuestro anfitrión, que además estaba de cumple. Nos llevó a uno de sus restaurantes favoritos de Barcelona en muy buena compañía. Un rato genial después de todo el estrés vivido. Entrada la madrugada nos metimos en la cama sabiendo que al día siguiente no habría que rodar, que tendríamos dos días para descansar. Y descansamos, una más que otra ( la piloto entró en coma profundo y no se despertó hasta la hora de comer).

Aprovechamos el día libre para dormir, comunicarnos con la familia y amigos, ponernos al día con las redes sociales...A última hora del día, subimos al Búnker de Maragall a ver unas vistas espectaculares de Barcelona. De vuelta a casa pasamos por la casa Batlló, disfrutamos de una caña al fresco y para cama. Que mañana la aventura continúa...y con más incertidumbre que nunca.


Y terminamos esta etapa agradeciendo la ayuda prestada a la familia Souto Malvar y, en especial, al pequeño gran hombrecito Marcunímbilis. ¡¡¡Gracias amigos!!!¡¡¡Os quiero un montón!!!