miércoles, 15 de octubre de 2014

Etapa 17: Yolita y César

Había llegado nuestro segundo y último día en Viareggio. Nos levantamos y nuestro Babo Genaro nos llevó a desayunar a la mejor Pasticceria del lugar como despedida, ¡Que pasteles más ricos por favor!. Tras el exquisito desayunos nos despedimos con pena de él y su familia. Aunque prometimos volver de visita.



Salimos temparanito dirección Florencia y por primera vez en el viaje nos metimos sin querer en una Autopista. Mucho tardamos en cometer este error, sobretodo por que en Italia los carteles de autopista sean verdes y los de las nacionales azules,  eso no ayuda mucho.

Cuando salimos de la autopista y conseguimos encontrar la nacional que  necesitábamos, pasamos por Pisa y tuvimos ocasión de despedirnos de la torre. ¡A ver si la veis!



Seguimos rodando y rodando por la mejor carretera que encontramos hasta el momento en Italia. Avanzamos un montón en nuestra etapa y cada vez el paisaje era mas Toscanero. ¡Super Bonito! Cuando ya llevábamos casi media etapa, paramos en un súper para hacernos con víveres para la comida y vimos una señal que indicaba que Vinci, el pueblo de Leonardo estaba cerca. Así que allí nos fuimos a ver si se nos contagiaba algo de esa mente privilegiada respirado el mismo aire que el había respirado.


Llegamos A vinci, un pueblo pequeñito pero con mucho encanto. Preguntamos en una oficina de turismo por lo mas interesante para ver, y de paso nos permitieron dejar nuestras mochilas allí para pasear sin lastre. Nos sentamos en un parquecito a comer y reponer fuerzas para nuesto incursión en el pequeño pueblo de la Toscana.
No tardamos mucho en recorrerlo, hacía mucho calor y el cansancio de tantos días on the road empezaba a pesar, así que después del paseo nos sentamos en una pintoresca tienda-cafeteria  a tomarnos una merecida cocacola. Tras el refrigerio, recogimos nuestras pertenencias en la oficina de turismo y fuimos a la búsqueda de la casa natal de Leonardo, a las afueras del pueblo. Cuando llegamos empezaban a caer cuatro gotas, pero nada que no nos permitiera disfrutar del lugar y sus espectaculares vistas. Estar en la Tosacana y ver con tus propios ojos ese paisaje, nos hizo pensar en lo cerca que estábamos ya de nuestra meta. Dos etapas y media y estaríamos en el Adriático.



Dejamos atrás Vinci, para recorrer los escasos kilómetros que nos separaban de Florencia. Durante el recorrido nos llovió por primera vez en ruta. Aun así, tenemos tanta suerte que hasta con estas condiciones adversas, salió el arcoiris para mejorar (si es posible) el paisaje que estábamos recorriendo. 


En poco tiempo, y bajo una tenue lluvia, llegamos a Florencia. Como cada vez que nos acercamos a una ciudad grande, el tráfico empezó a ser mas denso. Esto unido a la climatología y que empezaba a oscurecer nos complicó un poco la llegada. Y mas aún mientras callejeábamos buscando un lugar donde poder comunicarnos con Carlos, nuestro anfitrión de esa noche. Aunque todos los males generados por el tráfico se nos olvidaron al ver la cúpula de Santa Maria de Fiore. ¡ya estábamos allí! ¡Increíble!

Paramos en una cafetería cerca de la estación de tren y nos comunicamos con Carlos. Un chico gallego, de Verín, con el que nos había puesto en contacto una amiga del Mondariz (no nos olvidamos de que te debemos unas cañas Mari). Carlos vive en Florencia, pero por trabajo estaba fuera de la ciudad, aun así nos dejó las llaves de su casa para que nos instalásemos en su acogedor hogar. Y no sólo eso, si no que las dos noches que pasamos en su casa (si, volvimos a utilizar uno de los días extra para descansar) fue un gran anfitrión incluso en la distancia. ¡Carmen, tienes un hijo encantador! esperamos conoceros pronto. Una vez instaladas, cenamos y a dormir. Mañana tocaba ser domingueras y turistas en una ciudad que teníamos muchísimas ganas de conocer.

Dormimos bastante aunque nos levantamos tempranito para conocer Flarencia, como nos gusta descubrir a nosotras las ciudades, paseando y dejándote sorprender. Pronto encontramos el Ponte Vecchio, la Piazza de Santa Cicilia con su réplica del David, la Catedral... ¡Que bonita ciudad! Aunque la verdad que entre tanto turista, nos resultó bastante difícil percibir su verdadera identidad. 



Después de comer y ya sabiendo a ciencia cierta que nos quedaríamos una noche mas, nos acercamos hasta el Palacio de Pitti, seguimos callejando, decubriendo tiendecitas y rincones. Cuando empezó a anochecer nos despedimos de la ciudad y para casa a descansar. La etapa del día siguiente era de montaña, sería dura.

Lo que no sabíamos, es que el pequeño trayecto a casa recibiríamos la segunda llamada alucinante del viaje. El mismísimo Papá Noel en persona (como no sabemos si quiere que sea revelada su identidad así le llamaremos)  se puso en contacto con nosotras para decirnos que fuesen como fuesen nuestras entradas, podríamos entrar en el Paddock de Misano y que no dudásemos en pedirle ayuda en lo que necesitásemos. Increíble, poco a poco nuestros sueños se iban haciendo realidad.

Volvimos a casa con la sonrisa en la cara y a dormir, mañana tocaba cruzar los Apeninos otra vez, y la vez anterior no había sido fácil.

Esta etapa tenemos que agradecérsela a Yolita y a César. Y aunque el agradecimiento es igual de grande para los dos, esperamos que no te importe César, que nos centremos mas en Yoli. Por que es familia de las dos. De Fátima de la de verdad, de la de sangre, y de las dos es familia de la que se elige. Amiga de siempre, miembro de las Homeclaro y parte importante de nuestra aventura. Por que nos ayudó desde el principio, o aceptó nuestros atracos sin quejarse, maquillándonos para nuestra sesión previa de fotos, vendiendo camisetas y promocionándola como nadie. ¡Te queremos mucho amiga, prima, hermana!.  Y a los dos... ¡Muchas gracias chicos por nuestro paseo por la Toscana!