miércoles, 24 de septiembre de 2014

Etapa 16: Prima hermana Estela, más hermana que prima.

¡Ya es un nuevo día! y hemos superado la que esperamos sea la peor de las etapas que nos quedan por delante. Después de dormir ves todo mas claro. Mucho peor que ayer, perdidas en las montañas,  no podíamos estar, así que ¡adelante!

Dejamos el hostal de buena mañana, con energías renovadas para acabar de bajar de las montañas. Tras la aventura del día anterior, lo que quedaba no fue nada y pronto llegamos a La Spezia. Como ya era habitual en los últimos días, mas tarde de lo previsto habíamos completado etapa.


Durante el viaje unos amigos nos habían insistido en que cuando estuviésemos en La Spezia fuésemos a Cique Terre.  La verdad, no habíamos ni investigado que era aquello, pero cuando llegamos al centro y vimos un cartel que lo indicaba a 11 kilómetros, no lo dudamos y ¡allá que nos fuimos!


Salimos de la ciudad y una vez mas empezamos un ascenso por la montaña, aunque a plena luz del día y con energía, pudimos disfrutar de las vistas al mar que teníamos ante nuestro ojos. Si se puede decir disfrutar, por que realmente alucinábamos.


Estábamos en unas montañas que acababan directamente en el mar y abajo de todo, donde se formaban los valles, había pequeños pueblos ¡era impresionante!. Decidimos descender hasta uno de ellos, Manarola, aparcar a La Pitu y darnos un paseo para ver que nos encontrábamos. Y lo que nos encontramos ¡fue genial!


Un pueblo pequeñito, con casas de colores al mas puro estilo marinero, todas construidas sobre rocas al lado del mar. Una vez allí, descubrimos que las Cinque Terre son cinco pueblos consecutivos en ese trocito de costa italiana. Unos a la orilla del mar, otros sobre acantilado, pero todos espectaculares. Lo cierto es que nosotros sólo vimos Manarola, los otros cuatro en fotos que había en el pueblo. Nos hubiese encantado coger el tren para visitarlos todos, pero preferimos conocer bien en el que habíamos recalado y prometimos volver armadas con botas de trekking para hacer las rutas que hay entre unos y otros.


En Maranola aprovechamos para comer, una porción de pizza para llevar y una focaccia para acompañar con productos variados que todavía seguían en nuestra mochila. ¡Que bueno estaba todo!


Después de comer nos despedimos del pueblo con un hasta pronto y continuamos nuestro camino. Teníamos mucho tiempo para poca distancia, pero no queríamos que nos pasase lo mismo del día anterior. Arrancamos dirección Vareggio, pueblo costero a 20 kilómetros de Pisa. Allí nos esperaba Genaro, un señor de 77 años que había aceptado nuestra solicitud de Couchsurfing. Teníamos ganas de llegar y descansar. El día anterior, en el momento de agobio, le habíamos pedido quedarnos dos noches y gastar uno de los días extra. Ya estábamos bastante cerca, podíamos invertir un día en tranquilidad.

Llegamos a Viareggio con bastante facilidad, por primera vez desde que salimos de Vigo no nos liamos para encontrar la dirección a la que teníamos que llegar y Genaro nos acogió no como si nos conociese de toda la vida, si no como si fuésemos sus nietas.

Nos instalamos, cenamos y salimos a dar un paseo por el pueblo con Genaro: Intentando comunicarnos como podíamos en inglés, francés e italiano. Después a dormir, hacer una cacería de mosquitos asesinos y a seguir durmiendo.

Al día siguiente nos levantamos bien pasadas las diez. No teníamos que rodar, desde Barcelona no parábamos un un día. ¡Que raro se hizo por la mañana saber donde íbamos a dormir esa noche!  Babo Genaro (Papá Genaro, como ahora le llamamos) nos tenía preparado café, que acompañamos con un pan exquisito que el mismo había cocinado. Y después del desayuno, a la playa. Primer baño en el Mediterráneo del viaje ¡ya iban siendo horas!


Mientras nos secábamos al sol decidimos que esa tarde iríamos a Pisa. Dejaríamos descansar a nuestra fiel compañera de dos ruedas e iríamos en tren.


Callejeamos, como nos gusta, dejándonos sorprender por lo que nos íbamos encontrando. Sabíamos que la ciudad es peque, antes o después nos encontraríamos la torre. Y vaya si nos la encontramos, Así de bonita estaba...


Que bonita luz había en Pisa y como brillaba la torre. Y sobre todo, ¡Que torcida está!. Como siempre, las fotos no hacen justicia. Después de verla allí, con nuestros propios ojos, nos alucina que siga en pié. Paseamos, nos hicimos las fotos pertinentes (evitamos la tópica de hacer que sujetamos la torre, que se hacía todo el mundo) y volvimos callejeando al tren para volver a Viareggio.



Al llegar salimos  con el Babo Genaro a dar un paseo y comer un helado de despedida. Al día siguiente por la mañana teníamos que salir hacia Florencia. Empezaba la cuenta atrás de la aventura, estamos a sólo tres etapas de Tavullia.

Hoy agradecemos está impresionante etapa a mi querida y única prima (de Keka), esta vez de verdad, de sangre. Prima hermana mas hermana que prima. La única que tengo, pero no necesito mas. Creo que me ha tocado una sólo por que es la mejor. La pequeña y la fuerte. Muchas gracias prima por toda tu ayuda en esta aventura ¡Que no ha sido poca! ¡Te queremos!