lunes, 8 de septiembre de 2014

Etapa 10: Ramachola

Lagrasse-Maurin:


Lagrasse ya nos había encandilado la noche anterior. "Chez Shona", nuestro modesto a la par que encantador hostalito rural, nos cautivó tan pronto entramos, pero lo cierto es que, con la luz del día, tanto nuestra coqueta habitación , como el pueblo, nos encantaron. No nos podíamos creer que el hostal más barato que habíamos encontrado fuese tan genial. Nos costó llegar, cierto, pero fuimos a parar a un lugar inmejorable.


Salimos a las 11:00 dispuestas a dar un paseo por el idílico lugar. Lo primero que nos encontramos fue un mercado de frutas, verduras y artesanía al más puro estilo peliculero. No podíamos dejar de sentirnos como en la típica comedia americana donde  la protagonista, en crisis existencial, se va de viaje a Europa (así en General) y se le estropea el coche en un pueblo perdido que resulta ser maravilloso ¡Nos faltaba sólo el pivón que la guía por los lugares más bellos de la zona!



Como no teníamos galán que nos mostrase la comarca, nos comimos nuestros respectivos "pan au chocolat" y "croissant" y emprendimos  nuestro camino dirección Lattes. sabíamos ya de antemano que allí nos acogería Flore, que nos ofreció su casa a través del cauchsurfing. Nuestro trayecto hasta la primera parada, Narbona, fue entre viñedos, kilómetros de tierras llanas  repletas de vides. Un paisaje inspirador.


En Narbona hicimos parada rápida en un súpermercado para hacer acopio de víveres para la comida, la cual degustamos unos cuantos kilómetros más adelante, en Beziers. Comimos en un parque cerca del río con vista increíbles al casco histórico medieval del pueblo. 



Y si el día había empezado repleto de paisajes fascinantes, no hizo más que mejorar. Seguimos desde Beziers hacia el norte, entre un lago y cañaverales al borde de la playa al más puro estilo "Cañas y barro". Hicimos parada en Sète, en un paseo marítimo en el que pudimos constatar que el calor, el cansancio y los kilómetros iban haciendo mella en nuestra salud mental. Después de haber hecho una performance de Titanic y cantar a pleno pulmón escandalizando a  las señoras que paseaban tranquilas por el lugar,ya nos sentíamos preparadas para continuar nuestro camino.



Aquí es cuando sufrimos la "maldición de Sete" (Gibernao, no del pueblo): ¡emborcamos! (palabra gallega que Fátima utiliza mucho, que significa volcar). No podía haber sido en otro sitio, en Sete tuvo que ser. En realidad volcamos sólo dos tercios. La pilota se quedó de pie, la pitufina besó el asfalto y la copi... pues hizo la tortuga. Con la mochila haciendo las funciones de caparazón, se quedó patas arriba sin posibilidad de incorporación por sí misma. Una caída tonta dando la vuelta en una pendiente, ¡ menos mal que podemos reírnos de ella!

El susto llegó al poner la moto en pie y ver que no encendía. Fátima tuvo que tomar cartas en el asunto y llave Alen en mano hizo que La Pitu pudiese seguir rodando por el sur de Francia. El abrazo a la pequeña cuando pudo arrancar lo dice todo.



Volvimos a ponernos en marcha rumbo a a Lattes, no sin antes perdernos un poco para salir de Sete (un clásico ya en nuestra ruta.No sabemos ni entrar ni salir de las ciudades sin liarnos y liarla).

Conseguida la difícil misión de tomar la carretera correcta y después de parada técnica un McDonalds para ver la ruta a seguir, nos pusimos rumbo Maurin. Y como era de esperar, nos perdimos. Nos costó un montón encontrar la casa de Flore, nuestra anfitriona, pero...¡vaya sorpresa cuando la encontramos!

Se trataba de una gran nave dónde, además de desarrollar un proyecto artístico súper chulo que se llama "Compagnie  Création", vivían ella y unos cuantos miembros de la compañía. Todo muy hippie y muy guay.


La casa era de lo más rocambolesco y nuestra habitación, la sala de música, estaba presidida por una batería enorme, totalmente equipada. Después de enseñarnos la casa, Flore nos presentó al resto de sus habitantes: otros dos miembros de la compañía y también un couchsurfer alemán que estaba viajando  haciendo autoestop sin ningún rumbo fijo. También estaban en la casa, como invitados a la cena multicultural, una amiga de Flore y un chico australiano que estaba quedándose con ella. Un muy buen rato  pasamos con ellos. Aunque el cansancio floreció pronto y nos recogimos a una hora prudente para poder descansar.


Y para terminar esta nueva entrega de "Moteras aventureras: liándola por Europa adiante", queremos agradecer esta genial etapa en la que nos ha pasado de todo, a Montse ¡Que sepas que hasta hemos perdido un poco la cabeza en tu honor! Por todos esos momentos en los que nos hemos divertido juntas y sobre todo por los que están por venir... No lo olvides nunca: ¡¡Te Queremos Ramacholiña!!