viernes, 19 de septiembre de 2014

Etapa 12: Mamá Marisa

Amanecimos temprano en Aix-en-Provence. Nuestro anfitrión Jean-Michele tenía que irse a trabajar y nosotras aprovechar la circunstancia para intentar llegar, por una vez, con tiempo a nuestro destino. Nos despedimos de el con un sentimiento ya familiar. Alegría por haber conocido a alguien genial y pena por haber coincidido tan poquito tiempo ¡te esperamos en Galicia Jean-Michele!



Teníamos que emprender nuestra ruta hacia lo desconocido, más que nada por que no teníamos lugar de destino concreto. Sólo sabíamos que el couchsurfing no había funcionado y que podíamos pasar de largo Le Muy, el fin de etapa previsto porque habíamos ganado Kilómetros en las etapas anteriores.

Pero antes de emprender nuestro camino, teníamos una misión que cumplir. Invadir una lavandería hasta hacerla nuestra para volver a tener ropa que llevarnos al cuerpecillo ¡ay, ropa limpia, que sensación tan lejana!


El tiempo que esperamos a que la ropa se lavase, yo (Keka) aproveché para enviarle un mensaje de feliz cumple a mi pequeño Nicolás. Este es el único día de toda la aventura que me apetecería estar en casa. Reitero mis deseos de felicidad extrema para siempre desde aquí. ¡Ay como me empcioné! Tanto que perdí una lentilla y casi un ojo intentando encontrarla donde no estaba... Resultado, hacer la ruta cegata.

Acabamos de hacer la colada descontentas con el resultado, la secadora no secaba. Tuvimos que enmochilar nuestra ropa todavía algo húmeda para empezar la etapa. Pero aún faltaba un rato para arrancar. Fuimos a un McDonalds para poder tener internet y ponernos al día con el blog, como veis no lo conseguimos. Somos como relojes suizos contando nuestras peripecias diarias. Aprovechamos también para ver donde dormir, un albergue en Frejús, cerca de Cannes, nos pareció perfecto.  ¡Ya teníamos destino!

Salimos de Aix-en-Provence por el interior, Nos saltamos Marsella. Y no se lo qe nos habría separado la otra ruta, pero de verdad que la elegida nos dejó boquiabiertas. ¡Que maravilla el monte Saint Victoire! Jean-Michele, como perfecto guía de la ciudad, ya nos había contado que Cezanne lo pintaba ¡y no me extraña! Por que es espectacular, yo en algún momento temí padecer síndrome de Stendall y caerme de la moto. Las fotos, además de no ser muy buenas, no le hacen justicia.


Continuamos rodando con un paisaje cada ve más típico provenzal. Otra vez aparece el sentimiento peliculero. Esos campos, montañas, casas de campo con cipreses que tantas veces vimos en las películas pasan por delante de nuestra vista, casi como si no fuésemos nosotras quienes están viviendo esta historia.

Cuando el hambre apretó, realizamos las segunda invasión del día. Esta vez en un campito con frutales. El objetivo era descansar y comer en un lugar tranquilo. Las armas a utilizar en la invasión, nuestra ropa húmeda. 


Al final, entre nuestra ropa estendida, la comilona y la casi siesta. Hubo alguna que se sintió de verdad como en casa.


Retomamos ruta provenzal, con la ropa seca, energías renovadas por el bocadillo y un montón de manzanas que recolectamos (robamos) del campito de frutales para la merienda.

Rodamos y rodamos como en la ranchera, hasta Fréjus. No sin antes hacer parada para comprar la cena in extremis. Cinco minutos para la hora de cierre corriendo por el supermercado. No sabíamos como, pero teniendo todo el tiempo del mundo, se nos había hecho tarde otra vez. ¡Maldito horario europeo!

La entrada en Fréjus fue Caótica. Mucho tráfico, ciudad costera en vacaciones. Sumado a que el albergue estaba un poco escondido y sólo teníamos dos ojos (que ven peor que cuatro) por que yo (keka) no había podido ponerme una lentilla nueva. ¿En qué desemboca todo esto? Pues en liarnos y liarla al entrar en una ciudad. Si ya nos pasaba en España, imagínense en Francia que no tenemos datos para usar el GPS...

Al final apareció el albergue. Una gran casa de estilo provenzal en medio de una arboleda enorme. Llegamos a tiempo de ver un bonito anochecer desde la ventana. Después bajamos a cocinar y cenamos en el éxterior. Donde aprovechamos también para comunicarnos con la familia antes de subir a la habitación y caer en coma profundo hasta el día siguiente, que va ser un gran día ¡llegaremos a Italia!


Y antes de despedirnos, contaros que yo (Keka) tengo la suerte de tener dos madres, la que me parió y la que trajo al mundo a mi mejor amiga Patricia. Desde qué era pequeña me ha querido, aconsejado, regañado, como si fuera su hija. Aunque yo, como toda hija, no le he hecho todo el caso que debería. ¡Muchas gracias Mamá Marisa por esta etapa y por Todo! ¡Te quiero!