jueves, 16 de octubre de 2014

Etapa 18: ¡Hostia el Doohan!

Amanecimos en Florencia cansadas. Si, habíamos utilizado uno de los días extra para descansar, pero tantos días de viaje no se remontan con un día sin rodar. Además sabíamos, esta vez si que lo habíamos comprobado, que la carretera de hoy era de montaña. Y si era la mitad de complicada de lo que había sido la última vez, antes de llegar a La Spezia, iba a ser muy difícil. Pero teníamos a nuestro favor la emoción que nos provocaba empezar nuestra penúltima etapa. Así que salimos tempranito y con mucha mas ilusión que fuerza.



No tardamos en encontrar la carretera a seguir, y la misma nos sorprendió con unas vistas espectaculares de Florencia desde el aire. Nos paramos en el Piazzale Michelangelo para desfrutarlas un ratito y despedirnos de la ciudad hasta la próxima vez.


Continuamos nuestro caminos dirección los Apeninno centrale, mas allá, Forlì, el último fin de etapa antes de Tavullia ¿cómo no íbamos a tener energía para ese momento?

Nos alejamos de la ciudad, durante algunos kilómetros todavía en llano, atravesando pueblos y prados siempre a la orilla de un río. Habíamos avanzado bastante. Mejor, cuanto mas llaneábamos menos tendríamos que transitar por las alturas. Pero el inevitable momento llegó. Empezamos a subir y subir por una carretera bastante enrevesada, pero que no era tan complicada como nuestro primer ascenso a un puerto de montaña. Una vez mas, y como ya nos imaginábamos, el paisaje era espectacular. Somos gallegas, estamos acostumbradas al verde y a las montañas. Pero, puede que precisamente por eso, nos fuese imposible dejar de admirar lo que veían nuestros ojos.


Seguimos ascendiendo, sin encontrarnos ninguna casa, pueblo o civilización. Si Marco vivía en los Apeninos, no debía ser en los centrales.... Lo que si nos encontrábamos cada pocas curvas, eran un montón de moteros. Muchos de frente, muchos nos adelantaban ¿Irían dirección Misano como nosotras? la emoción empezaba a palparse en el ambiente.

Cuando parecía imposible subir mas, encontramos el único atisbo de vida humana desde que había comenzado el ascenso. Un bar de carretera con muchísimas motos aparcadas fuera. ¡Bien, La Pitufiana podría hacer amigas italianas! 


Nos paramos a reponer fuerzas y al entrar, descubrimos que era el bar mas motero que nos habíamos encontrado hasta el momento. Decorado con posters, banderas, fotos firmadas de un montón de pilotos.

Una vez fuera, en la terraza (Si podemos llamar terraza a cuatro mesas en un arcén) comimos algo con el espectáculo paisajístico ante nosotras y rodeadas de otros moteros. Que por lo que habíamos deducido ya, estaban alli por que debía ser una ruta habitual de la zona. Como era de esperar, nuestra pequeña no tardó en llamar la atención y los amigos moteros italianos tampoco tardaron en preguntarnos desde donde veníamos y si habíamos hecho todo el camino a lomos de ella. Como ya era habitual, se sorprendieron, nos felicitaron y probablemente se fueron pensando "¡vaya par de taradas!". Eso si, nos dieron ánimos para lo poco que quedaba.

Después de comer empezó el descenso. Salimos del bar y no tardamos en encontrarnos unas cuantas curvas enlazadas y cuesta abajo (las típicas de anuncio de coche) que nos dieron la sensación de bajar de golpe todo lo que nos había costado subir una hora. Lo mas difícil se había acabado. 


Seguimos rodando ya sin interrupciones hasta Frolì. Llegamos pronto, sobre las cuatro de la tarde, y no habíamos quedado con nuestra anfitriona hasta las seis y media. Así que, aparcamos en el centro para buscar una cafetería con el bien mas preciado del viaje ¡WIFI! 

Forlì es un ciudad pequeña y tranquila, como un pueblo grande. Así que no tardó en acercarse un señor a preguntarnos que hacían allí dos españolas en una moto tan pequeña. Le contamos nuestra aventura y resultó ser un aventurero jubilado. Había tenido una moto (una BMW mucho mas grande que la nuestra) con la que viajaba con su hija, pero ahora ya no le dejaban por la edad. Al menos eso fue lo que le entendimos. Cuando reemprendimos la búsqueda de la ansiada Wifi, un chico monísimo nos indicó donde encontrarla y allí que nos dirigimos a comunicarnos con nuestra vida anterior.

A las seis y media fuimos a conocer a Ana María, nuestra anfitriona cauchsurfing del día. Como siempre, nos costó un poco encontrar su dirección, pero mereció la pena. Que bien nos acogió desde el primer momento. No teníamos dudas de ello, incluso desde Galicia, cuando vimos que una española podía acogernos en Forlì. Algo nos decía que sería ella y que nos íbamos a llevar bien. Cenamos juntas y se tuvo que ir a un concierto en el que tocaba, pero a la vuelta estuvimos un rato de charla y nos reímos un montón, lo que nos vino la mar de bien para dormir tranquilitas. ¡Maña iba a ser un GRAN día!


Este es uno de los agradecimientos mas especiales de nuestro viaje, porque si algo bueno nos trajo desde el primer momento, saliese como saliese, fue Dani. Para una (Fátima) por reencontrarse con un amigo de hace años y constatar esa verdad absoluta de que el tiempo no pasa. Para otra (Keka) por constatar otra verdad, la de que lo amigos de mis amigo son mis amigos. ¡Y eso, que  ya lo sabíamos antes de salir, ya era suficiente!. Pero durante el viaje fue figura recurrente en todo momento. Por todos los mensajes de animo que nos llegaban diciendo "soy amigo de Dani". Por los mensajes que nos mandaban él y Eri. Por que en Burgos nos acogió un amigo de un amigo suyo. y porque la segunda llamada alucinante que recibimos en Florencia, nunca se hubiese producido si no fuese por su intervención. Probablemente nos olvidamos de un montón de cosas mas. Pero si podemos afirmar, que eres parte importante de esta aventura y que eso se nos quedará para siempre. Esperamos cerrar esta historia que empezó hace años con "Hostia el Doohaan" con un " Hostia el Vale". Muchas gracias a los dos, unas cañas se quedan cortas para todo lo que os debemos.